CarlosMaranata

on lunes, 12 de octubre de 2015

Martes 13 de octubre 2015 | Lecturas Devocionales para Damas | Fiel en la adversidad



Y ella les respondía: “No me llaméis Noemí, sino llamadme Mar a; porque en grande amargura me ha puesto el Todopoderoso Rut 1:20

Cuando estudiamos el libro de Rut, generalmente nos centramos en el hecho de que, cuando Noemí decidió regresar de Moab a Judá, a Rut, su nuera, por amor a ella, no le importó dejar a su familia y a sus dioses por seguir a su suegra y al Dios de su suegra. Hoy quiero que nos detengamos solo en la experiencia de Noemí. ¿Quién fue Noemí? Encuentro en ella una mujer verdaderamente admirable.
Aunque el escritor del libro de Rut omite tantos detalles de la vida anterior de Noemí, los pocos que se nos dan en los cinco primeros versos del primer capítulo y el final del libro, me dan a entender mucho. El escritor comienza narrando la historia de un hombre de Judá llamado Elimelec, quien por la escasez que había en su tierra, fue con su esposa y sus hijos a morar a los campos de Moab. Todo está bien hasta ahí; lo triste de la historia es que, pasado algún tiempo, Elimelec murió y Noemí quedó viuda. Muy triste, ¿verdad? Quedar viuda en tierra extraña, creo que no es nada fácil, y menos en aquellos tiempos.
Luego sus dos hijos decidieron casarse con muchachas de aquella tierra; pero al cabo de diez años los muchachos también murieron. ¡Me parece aún más terrible! Considero esto una prueba demasiado dura, ¿no te parece? Expresa ella que su condición era de “amargura”. Y no era para menos. No me hubiese gustado estar en su lugar, y creo que a ti tampoco.
A pesar de su amargura, Noemí se mantuvo tan fiel a Dios que su testimonio ganó a su nuera. Ningún interrogante mermó su fe. Ella amaba y obedecía a Dios de forma incondicional, no importa qué pasara a su alrededor.
Dios premió la fidelidad de Noemí, dándole parte en la familia de la genealogía del Salvador del mundo. ¡Gran privilegio! ¿Verdad?
Querida hermana, cuando estés pasando por dificultades, piensa en Noemí. Si Dios la premió a ella por su fidelidad, también te premiará a ti, si te mantienes firme y fiel en los momentos de la adversidad. Dios no ignorará tu fidelidad, tu premio ya está dado en Jesús, tu Salvador.— Nelly Téllez de Rojas.